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Dulce Disparo al Jefe Cachorro Enamorado

Capítulo 564
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Capítulo 564

El accidente ocurrió tan rápido que Violeta apenas tuvo tiempo de reaccionar.

Instintivamente, extendió la mano para agarrar cualquier cosa al alcance, mientras la otra mano protegía su

vientre.

Afortunadamente, su cuerpo reaccionó por sí solo en ese instante critico, usando la fuerza de agarrar el

pasamanos para detener la caida, evitando rodar escaleras abajo desde una altura considerable. Solo se cayó dos

escalones, golpeándose con otras partes del cuerpo, pero eso ya era suficientemente doloroso, tanto que el sudor

frío empezó a brotar de su frente.

El sirviente, por su parte, estaba petrificado por el miedo, observando la escena con horror. La bandeja que llevaba

se le cayó al suelo mientras corría hacia ella para socorrerla, completamente desconcertado, “¡Ay! ¡Señorita

Violeta!”

En esos breves segundos, En apenas unos segundos, Violeta se sintió empapada por completo.

Y exclamó; “El niño…”

Lo que más le preocupaba en ese momento era su bebé que llevaba dentro.

Los ojos del sirviente estaban abiertos de par en par, su rostro una máscara de pánico. “¡Señorita Violeta! Lo

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siento, ¿está herida? No me asuste, no tenía intención de hacerla daño…”

“¡Qué manera de trabajar!” reprendió Bianca desde una distancia más corta, mientras bajaba las escaleras.

“¡Lo siento, señorita Bianca, lo siento!” se disculpó rápidamente el sirviente, inclinando la cabeza.

Bianca, apartó la mirada de la cara del sirviente con desagrado y se acercó a Violeta, extendió la mano y dijo, “¿Es

grave la caída? ¿Te duele mucho?, Déjame ayudarte.”

Violeta, al ver esa mano con uñas pintadas tan bonitas, no se movió, sino que, por el contrario, retrocedió

instintivamente.

En ese momento, una voz masculina tranquila y profunda resonó desde abajo.

“¡Vivi!”

Rafael subió las escaleras y corrió hacia ella, y preguntó muy preocupado “¿Qué ha pasado aquí?”

Había estacionado el Range Rover en el patio y, al no verla salir, estacionó el auto, entró en la villa y se encontró

con ella sentada en los escalones, con un rostro excepcionalmente pálido, sudor frío en las frente. Al verla

cubriéndose el vientre con la mano, casi se queda sin aliento.

Su nuez de Adán se movía nerviosamente mientras la levantaba con cuidado y rapidez.

Al ver a Rafael, Bianca se adelantó y dijo suavemente, “¡Rafael, cálmate! Fue un accidente, el sirviente la golpeó

sin querer mientras bajaba y ella se tambaleó y cayó.”

El sirviente, casi arrodillado al lado de ella, estaba a punto de llorar, tan aterrorizado que no sabía qué hacer. “¡Lo

siento, lo siento! Señorita Violeta, ¿está bien? Fue un accidente, no fue intencional. De repente me resbalé y le di.

Por favor, no deje que le pase nada, si no, yo sería el culpable…”

La mirada de Rafael era tan oscura como las nubes de tormenta de junio.

Violeta agarró su chaqueta y dijo con voz temblorosa, “Rafael, llévame al hospital, me duele el vientre…”

Cuando los demás en la casa salieron al oír el alboroto, Rafael ya la había llevado a la villa.

El Range Rover blanco aceleró por las calles, aunque Rafael no se atrevía a ir demasiado rápido por miedo a darle

un golpe Apretó el volante con tanta fuerza que parecía que su mano se rompería y hundiría en él y su corazón

siempre estaba tenso.

Violeta estaba sentada en el asiento del pasajero, acurrucada, con la cabeza baja y las manos todavía firmemente

sobre su vientre.

Estaba aterrada.

Durante todo el trayecto, su mano no dejaba de tocar su vientre, temiendo encontrar humedad, pero

afortunadamente

no habia sangre.

Aun así, Violeta mantenía su corazón tenso, con los ojos llenos de una neblina acuosa, temiendo llorar y perderlo

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todo. Solo podía rezar en silencio para que su bebé estuviera bien…

Ellos dos habían esperado tanto tiempo y finalmente habian recibido la feliz noticia. Todos los dias, Rafael esperaba

ansiosamente el nacimiento de su hija. Si algo le pasara de manera tan inesperada, jella se sentiría devastada!

“El bebé, Rafael, tenemos que salvar al bebé…”

Violeta levantó la vista hacia él, murmurando con voz entrecortada.

Al tocar sus ojos enrojecidos, el corazón de Rafael se llenó de dolor. Aprovechando el alto del semáforo, levantó la

mano para secar las gotas de sudor en la frente de Vivi y luego la puso sobre el dorso de su mano, apretándola

fuertemente y diciéndole, “Vivi, no tengas miedo, estoy aquí contigo, ni tú ni el bebé van a tener ningún problema.”

“Uh-huh…” Violeta asintió con la cabeza.

La voz serena de él llevaba una fuerza que parecía estabilizar su corazón inquieto.

Después de unos cinco o seis minutos, escuchó su voz profunda, “¡Llegamos al hospital!”

Violeta levantó la vista para mirar y, a través del cristal de la ventana, vio el edificio marcado con el letrero del

hospital, donde médicos y enfermeras salían a recibirlos. Rafael había llamado por teléfono mientras estaban en el

camino y ya tenían una camilla lista esperándolos en la entrada del hospital.

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