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La Novia Equivocada Novela de Day Torres

Capítulo 115
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CORAZONES ATADOS. CAPÍTULO 1. Corazones heridos Dos semanas después.

Maddi miró las escaleras con expresión desesperada. El único ascensor del edificio estaba atorado o

por algún motivo no quería funcionar, y ella debía subir ocho pisos hasta el departamento que

compartía con su novio.

Normalmente eso no hubiera sido un problema, después de todo solo tenía veintiséis años, tampoco

era una viejita, pero era la una de la madrugada y últimamente estaba demasiado cansada. Doblaba

turnos todos los días en la cafetería donde trabajaba, porque gracias a eso se pagaba la carrera de

medicina de Martin, y ya faltaba muy poco para que se graduara. 3

Entonces se casarían y ella podría descansar, sería su turno de estudiar mientras él trabajaba. Así lo

habían acordado hacía seis años.

Protestó ferozmente contra el idiota que había roto el ascensor, pero finalmente logró subir los ocho

pisos. Metió la llave en su cerradura, muerta de sueño, pero lo primero con lo que sus ojos se

tropezaron la despabiló en un segundo: justo frente a la puerta había un brasier tirado en el suelo y no

era suyo.

Y como si el reguero de ropa hasta la habitación no fuera suficiente, los sonidos que salían de ella

eran más que reconocibles. Maddi empujó suavemente aquella puerta sin poder creer lo que veía:

Martin estaba desnudo en su cama, con otra mujer. No, solo desnudo no, estaba nalgueando aquel

trasero en pompa mientras se lo follaba como si su vida dependiera de eso.

Maddi permaneció inmóvil en el umbral de la habitación durante unos segundos, encajando aquel

golpe, y sus ojos se llenaron de lágrimas al ver la expresión de éxtasis en su rostro, que murió en el

mismo instante en que la vio parada allí.

–¡Maddi!

–¿Qué mierd@ es esto, Martin!? –gritó ella desconsolada mientras su novio y su refinada amante se

cubrían con las sábanas.

– ¡Dijiste que hoy llegabas a las tres! Maddi lo miró estupefacta.

– ¡Pues qué buena justificación! – le gritó –– ¿Cómo puedes hacerme esto? No podía creer que Martin

la hubiera engañado, después de todo lo que había hecho por él. Giró sobre sus talones y se dirigió a

la puerta del departamento, abriéndola llena de rabia e incredulidad.

–Bueno...jes que nunca estás en la casa, Maddi, casi no te veo, siempre estás en la cafetería

trabajando...! 1

-¡Para pagar tu carrera, infeliz! –vociferó ella– ¡Trabajo para que tú puedas ser un médico distinguido!

i¿Y así es como me lo pagas?! ¿Acostándote con una put@ en mi misma cama?

–iOye espera, no la llames así! – replicó él y Maddi lo miró como si fuera a golpearlo. –¿Disculpa? —

siseó. –¡No es una put@! ¡Es una doctora residente y encima es tutora... mi tutora en la escuela de

medicina!

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Maddi abrió la boca, sin saber qué decir porque solo tenía ganas de golpearlo.

–¿Entonces.... por eso...? ¿Te estabas buscando una novia más educada, Martin? – lo increpo y la

línea fina en que se convirtió su boca fue toda la respuesta que necesitaba–. ¡Te largas! – le gritó

mientras iba al cuarto y tiraba su ropa fuera del closet–. ¡Te largas de mi departamento ahora mismo!

Sin embargo antes de que pudiera hacer otro movimiento, él la tomó bruscamente del brazo y la sacó

al corredor. –¡Yo no me voy a ningún lado, este es mi departamento! –gruñó Martin.

–¡Este departamento lo pago yo! –gritó Maddi.

–Sí, bueno, ahora lo pagaré yo –replicó él y Maddi vio cómo la amante de su novio tiraba a sus pies un

bulto de ropa y una bolsa negra de basura.

Estás haciendo el ridículo, linda. Una simple mesera no pega con un médico – dijo la mujer con sorna-.

Hazte un favor y desaparece. Al siguiente segundo Martin le tiraba la puerta en la cara y ella se

lanzaba contra la madera, golpeándola.

– ¿¡Cómo pudiste engañarme de esta manera!? ¡Sacrifiqué todo por ti, infeliz, trabajé día y noche para

pagar tu carrera! ¿¡Cómo puedes hacerme esto!?

Maddi lloraba desesperada. Era terrible que el hombre con el que estaba desde hacía seis años la

traicionara así, pero peor era que después de todo estaba sola en aquel corredor, con un poco de ropa

en una bolsa de basura.

El mundo se derrumbó a sus pies. Maddi sintió como si fuera a vomitar, y se cubrió la boca con una

mano. Se apoyó en la pared intentando caminar, alejarse de allí, algo. Sus ojos enfocaron las puertas

abiertas del ascensor y la figura de un hombre parado en el umbral. Y esa figura se fue desdibujando

hasta que solo hubo oscuridad, y su cuerpo cedió al cansancio y al dolor. .

Una hora antes.

–¡Que lo firme! ¡Que lo firme! ¡Que lo firme!

James estaba sentado en una de las barras del bar más exclusivo de Londres, tan exclusivo que

tenían una barra y un cantinero solo para ellos.

–Haga el favor, ¿sí me enciende un poco más la lucecita, que mi amigo necesita leer el contrato más

importante de su vida? –sonrió Will y el cantinero asintió con una sonrisa, encendiendo una luz blanca

sobre la barra que iluminó aquellos documentos.

De un lado estaba la demanda de divorcio que Sabrina le había mandado ese mismo día. Y del otro

lado estaban el resultado de la prueba de esterilidad, y la contrademanda que había redactado el

abogado de James.

Por eso habían salido a beber, él y sus dos mejores amigos en aquella ciudad, así que de un lado

tenía a Will y del otro a su esposo Connan, alias El Greñas. ¡Y había que ver cuál de los dos estaba

más entusiasmado por ese divorcio! –¡Que lo firme! ¡Que lo firme! —seguían gritando y a James no le

quedó más remedio que reírse.

–De verdad lo sentimos, Jimmy, pero siempre supimos que Sabrina no era para ti – le dijo

Connan–. A esa mujer solo le importa el glamour y tú eres un hombre muy familiar, honestamente no

sé qué te pasó con ella.

–¡Yo sé! ¡Yo sé! ¡Pregúuuuntame! ¡Pregúuuuntame! –se entusiasmo Will que ya llevaba dos copas de

más. 3 –A ver, ¿qué me pasó según tú?

– Sufriste un descenso de tejido líquido compuesto de glóbulos plaquetas y plasmaaaaaa, y su

posterior concentración en la testa que no contiene neuronassssssSSS –se rio.

–¿Y este que dijo? –murmuró James agarrando su cerveza.

–Que se te fue la sangre al pito ––replicó Connan y James escupió la cerveza de la risa. 4

–¡Imbécil! ¡Concentrate que esto es importante!

Will hizo un puchero pero al menos dentro de todo sabía cómo animar a su amigo.

–Hay algo que no entiendo en todo esto... Si supuestamente lo que Sabrina no quiere es arruinarse el

cuerpo, ¿cuál es su problema con adoptar? – murmuró Connan.

–Es muy fácil: ¡Ella no quiere hijos y punto! ¡Nicon James ni con nadie! La puñetera prueba de

esterilidad solo le dio una salida – respondió Will sacudiendo el papel–, hasta que se dio cuenta de

que no iba a funcionar. 11 James suspiró profundamente viendo aquellos resultados, pero Connan

pasó un brazo sobre sus hombros.

– No te desanimes, ahora es cuando realmente tienes opciones: vientres de alquiler, fecundación in

vitro, tus mejores nadadores seleccionados y ¡bum! ¡Bebé en el horno! – exclamó el Greñas.

–¡Que tampoco puedo! ¿No leíste los resultados? – rezongó James quitándole el papel de la mano a

Will–. Atiende lo que dicen de mis nadadores: Recuento de esperma bajo, Movilidad escasa,

Morfologia deficiente...

–O sea pocos, lentos y feos –aclaró Will. 4

– ¡Pues eso no importa! –exclamó Connan–. ¡Míranos a Willy a mí! ¡Nosotros preñamos solo con mirar

sexy y aun así adoptamos! ¿Y tú quieres una niña más preciosa que nuestra hija? ¡No! ¡Así que

mentalizate, Jimmy! ¡Firma el puñetero divorcio y empieza a buscar a tu bebé, que eso de ser papá

soltero ahora tiene mucho glamour! James exhaló con fuerza mientras agarraba la pluma.

–iOye, espera, espera! Pero no estás aceptando la demanda de la loca como la pidió, ¿verdad? –lo

detuvo Connan.

–¡No, claro que no! Sabrina quiere la mitad de todo lo que tengo, pero para empezar firmamos un

acuerdo prenupcial que es una fortaleza – replicó James—. Y para seguir yo no tengo mucho. Mi

madre literalmente me desheredó después de casarme, así que solo tengo mi sueldo como CEO del

Grupo KHC, y cuando quiero algo grande se lo pido a mi mamá. 3

–¡Tu mami como siempre salvándote el trasero! –rio Will. –¡Ni que lo digas! ¡Ni besando el suelo por

donde esa mujer pisa tengo cómo pagarle! – murmuró James–. Esto solo es una contrademanda, le

estoy ofreciendo a Sabrina una pensión por un tercio de mi sueldo como dispone la ley. Diez mil euros

mensuales son un regalo por

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librarme de ella hasta que se vuelva a casar.

–¡Lo cual será muy pronto, porque esa mujer necesita un hombre que la mantenga! – exclamó Will.

–¡Exacto, así que tampoco me durará mucho! – James firmó los papeles y los metió en un sobre

amarillo–. ¡Listo, directamente al despacho de mi abogado! – declaró.

Y como para que no se fuera ni a arrepentir, Willy Connan lo arrastraron hasta el despacho del

abogado y metieron aquel sobre por debajo de la puerta entre gritos de victoria. Luego dejaron a

James en su edificio y se fueron porque ya era casi la una de la madrugada y al día siguiente todos

tenían que trabajar.

James se metió al ascensor y tocó el botón del piso 12, que era donde vivía... ¿Era el 12 o el ático...?

¿Aquel edificio tenía ático...? ¿Y si tenía ático por qué no era suyo...? Terminó pulsando diez botones

en medio de aquel mareo sabroso de la borrachera, hasta que el ascensor se mareó también y se

detuvo. A esa hora le dio por pulsar el botón de emergencia, el de parada y todos los que había.

–i Joder, no puedo creer que acabe durmiendo en el ascensor! –rezongó, pero unos minutos después

las puertas se abrieron en un piso. Estaba a punto de salir cuando aquella imagen lo dejó paralizado y

le espantó la borrachera en un segundo: Un hombre empujaba a una muchacha violentamente fuera

de uno de los departamentos.

–¡Yo no me voy a ningún lado, este es mi departamento! –gruñía el tipo envuelto en una sábana.

–¡Este departamento lo pago yo! –gritó la chica. –Sí, bueno, ahora lo pagaré yo. Lo que siguió fue un

llanto desconsolado mientras otra mujer medio desnuda tiraba a sus pies un poco de ropa en una

bolsa de basura. 1

–Estás haciendo el ridículo, linda. Una simple mesera no pega con un médico – decía la mujer con

desprecio–. Hazte un favor y desaparece.

James se relajó cuando le tiraron la puerta en la cara, había estado esperando que el tipo no se

atreviera a ponerle una mano encima, porque eso era algo que no podía permitir. . –¿¡Cómo pudiste

engañarme de esta manera!? — la escuchó gritar–. ¡Sacrifiqué todo por ti, infeliz, trabajé día y noche

para pagar tu carrera! ¿¡Cómo puedes hacerme esto!?

La chica lloraba desesperada y James captó la situación en un segundo: el novio y su amante

acababan de echarla de su propio departamento.

“Siempre hay alguien más jodido que tú“, se dijo. Las puertas del ascensor intentaron cerrarse, y

James tenía toda la intención de irse, pero de repente metió un pie entre ellas, deteniéndolo. La

muchacha tenía la mirada perdida cuando se giró hacia el corredor. Se veía débily cansada, y James

pudo notar el momento exacto en que las fuerzas le fallaron. Intentó alcanzarla, pero su cuerpo se

desplomó antes de que lo lograra. –¡Maldición! – gruñó llegando hasta ella y tratando de hacerla

reaccionar.

Un simple desmayo no era nada, pero James se asustó cuando vio sangre sobre su frente. Al parecer

se había golpeado con el rodapié de la pared al caer.

–Muchacha, oye... muchacha – intentó despertarla, pero cuando se dio cuenta de que no reaccionaba

sacó su celular.

– ¡Sí, necesito una ambulancia en el Edificio Astoria... sí, piso doce, apartamento tres... sí, apúrense

por favor!