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La Novia Equivocada Novela de Day Torres

Capítulo 134
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CORAZONES ATADOS. CAPÍTULO 21. ¡Te estoy devolviendo el favor!

Maddi sentía que le hervía la sangre en las venas. Todo ese letargo doloroso en que había estado las

últimas semanas había desaparecido en cuanto había escuchado que Martin estaba amenazando a

James con demandarlo por agresión. ¡Porque estaba convencida de que acusando y pidiendo

dinero… ese solo podía ser Martin!

En cualquier otro momento Maddi hubiera dejado que James lo resolviera, pero justo en aquel instante

el latigazo de adrenalina la sacudió y se dio cuenta de que ya no quería dejarle pasar ni una más.

Estaba molesta por todo lo que Martin había hecho, estaba molesta y furiosa y frustrada y llena de

impotencia desde el primer díå, solo que antes tenía mucho que perder, y eso había cambiado

drásticamente desde que había perdido a su bebé.

Bajó en el ascensor y se subió al auto sin molestarse en mirar atrás. Diez minutos después su teléfono

comenzó a sonar con llamadas entrantes de Nahia y luego un mensaje de voz.

“¡No te me puedes escapar! ¿Quieres que James me mate? ¿Nunca te ha arrastrado de los pelos una

King? ¿Te quieres arriesgar?” le decía y Maddi no pudo evitar sonreír. Era la niña más vehemente del

mundo, pero era una ternura. 2

No le contestó, y poco después fue James el que empezó a llamarla. Maddi sabía que él no le diría

nada que la hiciera reír, al contrario, se lo encontraría preocupado y nervioso, así que cuando se

detuvo en el siguiente semáforo le envió un mensaje de texto.

“Tengo que hacer una diligencia urgente, pero te invito a almorzar. ¿Qué tal si me llevas a ese

restaurante tailandés que nos gusta?”

De regreso le llegó otro.

“Te ilevo a donde tú quieras, pero quiero saber si estás bien, nena.”

Maddi sonrió con dulzura. Siempre era tan tierno.

“Estoy bien, de verdad. Pero tú pagas”

De regreso le llegó un sticker de corazón, otro de abrazo y una oración:

“Nos vemos ahí a las dos”

Maddi respiró profundo porque él le estaba dando espacio para hacer lo que debía hacer, incluso si no

sabía lo que era. James era su otra mitad, había tardado un poco en encontrarlo, había tenido que

pasar por mucho para entenderlo, pero ella era solo la mitad de ese corazón que latía en los dos.

Llegó al antiguo edificio donde vivía y se metió al ascensor sin titubear ni por un momento.

Estaba segura de quién abriría aquella puerta, de lo que no estaba segura era del estado en que se lo

encontraría.

Martin tenía un brazo escayolado y pegado al pecho, la nariz torcida, un párpado un poco chueco y

una mirada en los ojos que Maddi no recordaba haberle visto nunca.

-¿Es mi impresión o tuviste un accidente? -dijo ella y lo vio esbozar una sonrisa un poco torcida.

-Entra -le dijo él simplemente, y Maddi no dudó ni un momento antes de obedecer-. ¿A qué viniste? ¿

Qué quieres?

Ella miró alrededor. La habitación era un desastre, la mesa estaba volcada, las sillas caídas y los

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vasos rotos. En el pequeño mueble junto a la entrada se acumulaban los sobres con letreros rojos de

“retraso” o “impago“, y había un par con las palabras “Aviso de Desalojo“.

Maddi tomó el sobre y lo sacudió entre sus dedos.

-Viene a ayudarte a solucionar esto sentenció. Vine a quitarte de encima la sombra de James King, y

si eres medianamente inteligente lo aceptarás.

Martin achicó el único ojo más o menos bueno que le quedaba.

-¿Y cómo crees que puedes hacer eso? -la increpó con molestia.

Maddi sacó un talonario de cheques y empezó a escribir, su nombre, sus datos, y una cifra.

-¿Eso qué es?

-Los cinco millones que pediste -declaró Maddi sin mirarlo-. Vine a traértelos yo, porque prefiero ser yo

quien negocie contigo.

-¡James King es el que tiene que venir a darme eso! -siseó Martin con un gruñido furioso y Maddi

rompió en carcajadas en su cara.

No podía creer que fuera un hombre tan idiota.

-¿De verdad eres tan iluso? ¡Pobre de ti, cuando me fui me llevé toda la inteligencia que había entre

estas cuatro paredes! -espetó-. ¿De verdad crees que James va a venir a humillarse delante de ti, a

pedirte disculpas…? ¡Por favor! ¡James va a aceptar la demanda, te llevará a juicio y con el dinero que

tiene hará que te metan a la cárcel sin llegar a pagarte ni un centavo! Si yo estoy aquí es porque soy la

única con la cabeza bastante fría como para negociar.

Martin la miró con desconfianza mientras ella le mostraba aquel cheque de cinco millones de euros. -

¿Y tú por qué diablos querrías negociar conmigo?

-Porque soy la novia de un millonario ahora -sentenció Maddi-. Lo que menos necesito es a una

basura como tú rondando a mi alrededor. Quiero librarme de ti, y por suerte tengo con qué hacerlo, así

que voy a darte lo que quieres… a cambio de que me des lo que quiero.

Martin y ella se miraron durante un largo minuto hasta que él extendió la mano para tomar aquel

cheque. Maddi no lo dejó tocarlo, solo verlo, pero incluso así Martin se dio cuenta de que esa no era

su chequera regular, sino una de uno de los bancos más poderosos de Londres.

-Parece que de verdad tienes con qué -siseó con desprecio porque ella hubiera conseguido algo que

él

1. no.

-Así es. Tengo con qué… la cuestión es si tú puedes darme lo que quiero -murmuró Maddi con voz

fría. -¿Y qué quieres?

-Retira la demanda por agresión contra James, y firmame un documento que diga que jamás vas a

volver a demandarnos por ningún motivo de nuevo.

-¡No voy a hacer eso…!

-Entonces la negociación terminó.

Maddi lanzó el aviso de desalojo a sus pies y guardó el cheque que le había hecho antes de dirigirse a

la puerta. Sin embargo ni siquiera había llegado cuando escuchó su voz.

-¡Espera…!

La mano de Maddi se detuvo sobre la manija de la puerta, sonriendo de oreja a oreja porque sabía

que aceptaría el trato.

-¿Y bien? -preguntó ella.

-Está bien, lo haré -respiró Martin profundamente-, Retiraré la demanda y firmaré lo que sea para no

volver a tener contacto con ustedes jamás. Solo dame… dame el cheque.

Maddi no podía creer lo fácil que había sido. Pero antes de cantar victoria abrió la puerta y salió.

-Tenemos mucho papeleo que hacer, si quieres tu dinero, por una vez en tu vida trabaja por él.

Vamos.

Martin salió tras ella y se subió a su auto, poco después estaban en la delegación y Martin quitaba la

demanda contra James por agresión.

-¿Si entiende lo que esto significa? -le dijo uno de los policías- ¿Quiere retirarla o quiere desistir de la

demanda?

Maddi arrugó el ceño, tenía que haber llevado a un abogado pero en aquel momento no tenía ninguno,

lo bueno era que Martin tampoco sabía de eso.

-¿Cuál es la diferencia? -preguntó el hombre.

-Pues si firma el retiro de la demanda, puede volver a presentarla cuando quiera, pero si firma el

desistimiento, ya no podrá volver a presentar una demanda por el mismo hecho nunca más – le

explicó el policía.

Martin miró a Maddi y su expresión se lo dijo todo.

-Quiero desistir, firmaré un desistimiento o como se llame -gruñó. (1)

Apenas le trajeron los documentos y Martin los firmó, Maddi sacó el cheque de su cartera y lo puso en

sus manos.

-No te entusiasmes, lo firmaré cuando tú firmes lo demás -murmuró ella mientras tomaba los

documentos oficiales y salía de allí.

Un rato más tarde estaban frente a un notario, que redactaba aquel contrato que James iba a firmar,

pero él ni le puso objeciones ni se molestó en leer la letra pequeña simplemente porque estaba

demasiado embebido mirando su cheque.

-Señor Prescott, solo para confirmar, después de que usted firme este documento, jamás podrá

levantar una demanda judicial contra el señor James King o la señorita Maddison Grant. ¿Entendido? -

le advirtió el notario.

-¡Sí, sí, entendido! -gruñó él firmando todos los documentos.

El notario los selló y le pasó una copia a Maddi mientras se quedaba con los originales para

inscribirlos legalmente. Martin la vio pagar mil quinientos euros en gastos legales sin que le temblara el

pulso y el corazón le aleteó de… lo más parecido a la felicidad que podía experimentar una basura

como él. ¡Ella de verdad tenía mucho dinero ahora! Le molestaba, pero también quería quitarle lo que

pudiera, así que solo sonrió y dejó que ella lo llevara de vuelta al departamento.

-Muy bien, entonces -dijo Maddi con satisfacción apenas atravesaron la puerta-. Ya tenemos un

acuerdo. Dámelo para firmarlo.

Frente a los ojos de Martin, Maddi firmó aquel cheque con letra pulcra y perfecta, y luego se echó

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atrás tranquila. Lo dejó saborear aquella victoria por algunos minutos mientras encontraba…

encontraba… ¡Ah, sí, eso estaría bien! 1

Así que cuando Martin se giró hacia ella con aquella sonrisa de triunfo, Maddi se la borró en un

instante, con el primer bastonazo. El hombre cayó al suelo sosteniéndose la cara y la miró espantado.

-¿Te volviste loca?! ¿Qué crees que estás haciendo!? -le gritó mientras intentaba retroceder contra la

barra de la cocina.

Maddi paseaba frente a él con un palo de golf al hombro, el mismo que le había regalado un paciente

como recordatorio de que un día sería lo suficientemente rico como para practicar aquel deporte.)

-¿Qué crees que estoy haciendo? -repitió ella sin disimular su indignación. Ahora le tocaba bajarle los

humos a ese imbécil-. ¡Te estoy devolviendo el favor!

-Pero…

-¡Esto es por la forma en que me trataste! -dijo Maddi sin inmutarse, y levantó el bastón de golf otra

vez, descargándolo sobre una de sus piernas.

-¡Maldición!-gritó Martin, retrocediendo para alejarse de ella y agarrándose la pierna lastimada-. ¡Ya

tienes lo que querías! ¡No necesitas hacer esto!

-¡Oh, pero sí! -replicó Maddi con una sonrisa fría-, ¡sí que necesito hacer esto! ¡Y voy a seguir

haciéndolo hasta que me canse o se me olvide que eres una basura malagradecida! -dijo mientras

levantaba el bastón de golf otra vez y lo golpeaba en la otra pierna.

-¡Ya, basta! ¡No puedes hacer esto! -Martin jadeó de dolor-. ¡Piensa… piensa en tu hijo…!

El rostro de Maddi se descompuso porque él ni siquiera se había fijado en que su abdomen ya no tenía aquella linda curvita.

¡Eres… un… maldito… animal…! -gritó mientras lo golpeaba con todas la frustración y el dolor que

tenía acumulados. ¡Ya no tengo a mi hijo, así que me gustaría ver cómo diablos me amenazas ahora!

-¡No puedes golpearme, eso es un delito! -le gritó él intentando esquivar los golpes, pero entre los que

traía y los nuevos era imposible moverse de aquel lugar donde Maddi lo había arrinconado.

Ella se puso delante de él con las manos en las caderas y una mirada amenazante.

-Te crees muy listo, ¿verdad? -dijo, levantando el palo de golf que estaba tratando de hacer pedazos

contra su cuerpo. Martin se agarró la cabeza con agonía, mirando a Maddi con los ojos muy abiertos-.

Todos estos años me usaste de esclava, te creíste mejor que yo únicamente porque yo lo permití -se

burló Maddi, rodeándolo mientras yacía tirado en el suelo. Pero ¿adivina qué? Acabas de firmarme un

papel donde dice que nunca en tu vida podrás denunciarnos de nuevo a James y a mi… -Maddi lanzó

el palo a sus pies y rio con decepción-. Debiste leer mejor la letra chiquita del contrato. Denúnciame

por esto y me van a encantar los diez millones por incumplimiento de contrato que tendrás que

pagarnos. Le dio la espalda y salió de allí con una sonrisa satisfecha, sudada y cansada, pero con la

certeza de que había hecho lo necesario para poner a salvo a James.

Se dirigió directamente al restaurante y se dio cuenta de que él y Nahia ya la estaban esperando.

-¿Estás bien? -la increpó James apenas llegó y enseguida le dio un abrazo.

-Sí, estoy bien. De verdad -respondió Maddi y él la miró de arriba abajo como si necesitara confirmarlo

… hasta que vio una pequeña mancha sobre su brazo.

-Maddie… ¿esto es sangre?