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La Novia Equivocada Novela de Day Torres

Capítulo 195
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ATRACCIÓN PELIGROSA. CAPÍTULO 44. Te amo…

Hubiera preferido los cartuchos de Nathan, por desgracia esa era la verdad. Ya no había tiempo para

las discusiones, las bromas y la rabia que llevaba al sexo de reconciliación, porque de ese ya no

habría más.

-¡Nahia, espera! ¡Por favor espera…! -la detuvo-. Por favor…

Ella apretó los labios y se giró hacia él, sabía que estaba arrepentido, sabía que estaba haciéndolo

sentir mal, pero por una vez necesitaba elegirse primero ella misma, y a su hija. 5

-Lo siento -murmuró él mirándola a los ojos mientras los suyos se cristalizaban-. ¡Nahia, lo siento de

verdad! Sabes que te quiero, siempre te he querido, pero es evidente que no soy bueno para esto, no

he sabido quererte bien, no he sabido amarte como te mereces y yo… no sé si habría regresado, no

puedo mentirte, no sé si lo habría hecho porque no me siento… ya no me siento suficiente para tí, y

eso tampoco es por lo de la mano.

Ella lo escuchó y sintió una punzada de tristeza por sus palabras. ¿Cómo era que él podía hacerla

sentirse así? Soltó un suspiro profundo y le sonrió algo forzado, como si el dolor se hubiera convertido

en algo tangible que atenazaba su corazón.

-Lo sé, Aaron

dijo con tristeza-. Yo tampoco quería esto para nosotros, pero ya pasó, ya no podemos volver atrás y

hay cosas mucho más importantes de las que preocuparnos.

Aaron negó con la cabeza.

-Y no me arrepiento de nada de lo que hemos vivido juntos.

Nahia respiró profundo y asintió.

-Yo tampoco me arrepiento, pero ya no puedo volver ahí -sentenció-. Quizás hace unos meses habría

podido darme el lujo de que me rompieras otra vez el corazón… pero ya no es así. Tengo una hija

ahora, y ella es más importante que todo. Espero que lo entiendas. 2

Nahia abrió los brazos ofreciéndole un abrazo desinteresado e infinito. Él lo aceptó sintiendo como sus

palabras se desvanecían. A pesar de la calidez que sentía en ella, sabía que aquel era un adiós. 1

-Te quiero, Aaron, espero que seas muy feliz -murmuró Nahia.

-Te amo… -respondió él en su oído-. Te amo más que a nada en el mundo, no me quiero rendir. 2

Ella suspiró mientras se separaba de él y Aaron sintió como si le estuvieran arrancando lo más

importante de su vida.

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-No es rendición si no hay nada por qué luchar. Por favor no vuelvas más.

Nahia salió de allí y Aaron se quedó en aquella cabaña, mirando al vacío donde antes había estado su

lugar. Podía sentir las lágrimas, saladas y calientes corriendo por sus mejillas, pero sabía que se las

merecía todas y quizás un poco más.

-¿Estás bien? -preguntó una voz a sus espaldas y Aaron se giró, limpiándose la cara para asentir

delante de Meli.

-Sí… lamento la molestia, señora King… ya me iba.

Meli lo vio dirigirse a la puerta y lo llamó antes de que saliera.

-¡Espera!… Quizás sea un atrevimiento de mi parte, pero me gustaría pedirte un favor.

Aaron se detuvo en el acto y asintió.

-Claro, señora King, cualquier cosa.

-Sígueme -le indicó Meli y los dos echaron a caminar hacia el orfanato-. Sé que investigaste antes de

venir y supiste que acogemos a niños discapacitados, por eso Maddi hará lo posible por tomar tu

proyecto. Sé que eso te hará quedarte cerca.

-No voy a quedarme cerca, ya no quiero incomodar a Nahia… -replicó él cabizbajo. 1

-Lo entiendo, pero lo que te voy a pedir no tiene nada que ver con mi hija -sentenció Meli-. Una de las

razones por las que Maddi se asegurará de tomar tu proyecto es por él.

Meli se detuvo y señaló hacia una de las áreas del jardín y Aaron siguió su mirada para ver a un chico

de unos doce años sentado en una silla de ruedas. Llevaba una manta sobre las piernas, pero ninguna

topaba con los estribos de la silla.

-Su nombre es Kyle, perdió las dos piernas por encima de la rodilla en el accidente que mató a sus

padres -murmuró Meli.

-Caleb podría idear algo para él -murmuró Aaron-. Las piernas tienen muchas menos redes

neuronales que las manos, sería incluso más simple…

-Eso es lo de menos -replicó Meli y él la miró intrigado-. Kyle no se comunica con nosotros. No ha

hablado desde que llegó hace más de un año. No acepta rehabilitación, no habla con los psicólogos.

Apenas come, apenas duerme, no sabemos si siente dolor, o mejor dicho, qué clase de dolor siente.

Es el único niño al que no hemos podido ayudar, porque no habla con nosotros.

Aaron sintió que se le hacía un nudo en la garganta.

-Porque ustedes no lo entienden -murmuró.

-Lo sé. Así que pensé que quizás si conoce a alguien que sí lo entienda, su vida podría mejorar -le dijo

Meli.

Aaron pasó saliva con el corazón encogido. Ni siquiera sabía qué debía hacer o cómo podría ayudar a

un niño.

-¿Puedo ir a conocerlo? -preguntó.

-Si, claro–accedió Meli y Aaron estrujó su chaqueta con nerviosismo acercándose a él.

El chico miraba a un pequeño lago que había a unos treinta metros, pero mientras los demás chicos

jugaban cerca, él no lo hacía.

Aaron empujó la silla hasta el pequeño muelle sin decir ni una sola palabra, recogió un montón de

piedritas de grava y se sentó sobre la madera, echando la mitad de ellas sobre el regazo del niño. Por

un largo rato todo lo que Aaron hizo fue lanzar aquellas piedritas al agua y verlas hacer ondas en el

agua del lago. Vio que Kyle miraba su mano cosa vez que lanzaba, pero no decía absolutamente

nada.

Luego, como si fuera algo mecánico, Kyle también comenzó a lanzar piedritas al agua.

Pasó una larga hora, y en aquel rincón del muelle no se pronunció ni una sola palabra. Cuando

llamaron a los niños para la cena, Aaron acercó la silla de ruedas a la propiedad y le acarició la cabeza

a Kyle.

-Vendré mañana de nuevo -fue lo único que dijo antes de echar a andar hacia la oficina de Meli en la

escuela.

Cuando atravesó la puerta Meli ya sabía que iba a aceptar, solo le pidió que fuera en un horario en

que Kyle no tuviera clases, en la tarde o en la noche.

Desde ese día Aaron no dejaba de visitar la escuela más de dos días seguidos. Si tenía que ir a

Ucrania lo planeaba para regresar lo antes posible, y por supuesto que Caleb recibió los archivos

médicos de Kyle para ir haciendo sus prótesis.

Pasó un mes, un largo mes en el que Nahia seguía trabajando y cuidando de su hija como si le fuera

la vida en ello, y Aaron se sentaba en aquel muelle, sin decir ni una palabra, solo sentado al lado de

aquel niño.

Sin embargo el destino tenía una forma extraña de hacer las cosas, el destino o maestras que no

podían contenerse la lengua.

-¡Esta va a ser la mejor Navidad de todas! -dijo una de las profesoras de la escuela mientras

decoraban los arbolitos de Navidad.

Nahia y la familia también estaban ayudando con todo lo de la decoración para las fiestas.

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-Se los juro que hay milagros en el aire -dijo otra-. ¡Solo con decirles que Kyle hoy empujó su plato

hacia mí para que le sirviera más! ¡Ese niño por fin está comiendo! ¡Me puse tan feliz que le di triple

ración de postres!

Nahia levantó al cabeza porque conocía muy bien la historia de Kyle.

-La verdad es que ese tutor que le pusieron ha logrado un pequeño milagro con él, estoy segura de

que muy pronto volverá a hablar —dijo otra maestra.

Nahia arrugó el ceño y se acercó a ellas.

-Disculpen, no sabía que Kyle tenía un nuevo maestro. ¿De verdad está mejorando? -preguntó

emocionada.

-Si, pero no es un maestro de la escuela, solo es… alguien de afuera -le respondió la profesora. Viene

a verlo casi todos los días y solo se sienta con él, ni siquiera le habla, solo se hacen compañía, pero

desde hace un mes que se ha notado diferente. Hay como un brillito en sus ojos que antes no tenía.

Nahia no supo por qué, pero sintió que algo se movía dentro de ella mientras hacía aquella pregunta:

-¿Vino hoy también?

-Sí, están en el lago, creo que es su lugar favorito, a veces se están horas allí.

Nahia puso a un lado la decoración de navidad y se dirigió con paso inseguro hacia el lago. Apenas le

dio la vuelta a una de las torres del edificio cuando pudo verlos, sentados en el muelle, mirando al

agua. Nahia ni siquiera tuvo que acercarse para saber que el hombre que estaba de espaldas era él.

Era Aaron. El corazón le latió con fuerza mientras lo veía acompañar a aquel niño, y supo en ese

instante que si solo conseguía que mejorara un poco, Aaron habría cumplido su palabra de hacer algo

bueno con su vida. 3

Media hora después, cuando él rodeaba el estacionamiento por el fondo hasta su coche, una voz lo

detuvo antes de abrir la puerta.

-Gracias -escuchó y se giró de inmediato, viendo a Nahia apoyada en otro auto-. Lo que estás

haciendo por Kyle, gracias, hasta ahora nadie había conseguido que comiera, ¿qué le dijiste? 1

Aaron negó metiéndose las manos en los bolsillos.

-Nada. La verdad es que nunca le dijo nada, porque no va a creerme si le digo que todo va a mejorar.

Así que solo… estoy aquí para él.

Nahia asintió con una sonrisa de comprensión, pero antes de que dijera otra palabra, una de las

maestras se acercó corriendo.

-¡Nahia, tu madre te busca, apúrate! -le gritó angustiada-. ¡Pasó algo con uno de los niños!

Nahia y Aaron se miraron asustados y un segundo después los dos corrían como locos hacia la

escuela.