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La Novia Equivocada Novela de Day Torres

Capítulo 202
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ATRACCIÓN PELIGROSA. CAPÍTULO 51. Un poquito más…

Nahia cerró los ojos cuando sintió la boca de Aaron sobre la suya, era como si su presencia se

intensificara en medio de la noche. Sus labios eran suaves y cálidos, y una sensación de fuego

recorrió todo su cuerpo. Ella estaba perdida en aquel momento, desconectada de la realidad. Su boca

estaba llena del sabor dulce y aterciopelado que emanaba de la lengua de Aaron. Gimió cuando sintió

sus manos explorando su cuerpo con ternura, acariciándola por encima de la tela fina del camisón de

dormir, hasta que esos dedos inquisitivos descubrieron los lugares más oscuros e íntimos de ambos.

-¡Espera… Aaron…! -intentó murmurar porque dejarse llevar por él era demasiado fácil, pero todavía

sentía que debía ser cuidadosa.

Aaron se detuvo un instante. Estaban cara a cara y Nahia miraba a Aaron con una mezcla de deseo y

miedo que él comprendió perfectamente.

-La primera vez fue un impulso -murmuró-. Una segunda vez sería una decisión. La tercera y la cuarta

un patrón y todas las demás una oportunidad para equivocarte.

-Y ya no puedo hacer eso… ya no me puedo equivocar…

-No -replicó él mientras el corazón le latía cada vez más rápido-. El que no puede equivocarse soy yo,

Nahia. El que no puede volver a fallar soy yo… y no voy a hacerlo. Quizás nunca pueda recuperar lo

que tuvimos, pero esto… lo poco que me des, te juro que voy a cuidarlo.

Aaron se acercó más a ella, acariciando suavemente su mejilla con la punta de la nariz y Nahia sintió

como toda su tensión se desvanecía y se quedaba allí, perdida en aquel momento.

-Necesito que me dejes hacerte el amor -murmuró él delineándole la barbilla con su aliento cálido-. Me

pondré de rodillas si hace falta, pero te necesito, muñeca. ¿Me dejarás hacerte el amor? 3

Nahia sintió que temblaba, pero un instante después se inclinaba para toar su boca y Aaron estaba

ahí, besándola con una pasión que no había sentido antes. Sus manos se movían desesperadas a lo

largo de su cuerpo, enviando sensaciones de fuego a través de ella. Su tacto era demandante y

ansioso, cada uno de sus movimientos estaba repleto de deseo y desenfrenadas emociones que

pronto dejaron de ser delicadas.

Los dos querían lo mismo, y los dos lo querían ya.

Aaron le quitó la ropa con un movimiento brusco, desgarrando un poco el camisón mientras ella le

sacaba la ajustada playera. Sus dedos bailaban en su piel, acariciando cada músculo perfecto de su

cuerpo hasta llegar al cinturón y abrirselo con un gesto sensual y lento mientras lo miraba a los ojos. -

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¡Me vas a volver loco, Nahia, te juro que me vas a volver loco! -espetó él mientras la apretaba contra

su cuerpo, dejando un reguero de besos por su garganta antes de llegar a sus senos, y cuando se

llevó uno a la boca Nahia sintió como si todas sus defensas se hubieran ido para siempre. La

sensación que provocaba aquella lengua alrededor de sus pezones era tan intensa que no paraba de

gemir.

Aaron acarició despacio su cuello y luego descendió por el contorno del abdomen hasta llegar a la

parte inferior de su vientre, sacando aquel rastro de humedad entre sus piernas mientras ella gemía de

placer.

En un segundo ella estaba aguantándose los gritos y al siguiente él le había dado la vuelta y los

pechos de Nahia presionaban contra el frío mármol de la encimera. Sintió la boca de Aaron a lo largo

de su espalda, mientras aquella erección furiosa se restregaba contra sus nalgas y él la levantaba por

el cuello, para hundir la lengua en su boca.

-Hoy no estoy enfermo -le advirtió entre jadeos y la sintió sonreír.

-Eso es genial -susurró ella porque sabía lo que significaba-. Ni siquiera te contengas.

Aaron respondió a sus palabras con un gemido bajo y profundo que hizo que su cuerpo se

estremeciera. Adoraba verla desnuda y hambrienta de él.

-Abre las piernas, nena -susurró en su oído y la escuchó jadear por la anticipación mientras lo

obedecía -. No te asustes, esto será raro, pero hay que probarlo…

Nahia no entendía a qué se refería hasta que sintió el frío del metal contra su sexo.

-¡Oh Dios! -se ahogó mientras apoyaba las palmas y la frente sobre la encimera y Aaron sonrió al

sentir la tensión con que apretaba… todo. Para Nahia era extraña aquella dureza en su interior, pero

estaba disfrutandola inmensamente, así que su excitación solo pudo crecer hasta que no le quedó

más remedio que suplicarle-. ¡Por favor… estoy a un segundo… Aaron…!

Él jadeó, apretándose contra ella con más fuerza y la penetró de una sola estocada, haciéndola gritar

del placer tan intenso que sentía. El cuerpo de Nahia se tensó en un pequeño clímax que el alargó con

movimientos rápidos y profundos, sus caderas se movían acompasadas mientras sus manos le

sostenían las caderas para embestirla mejor.

Estaba tan apretada que casi le dolía.

-¡Maldición! ¿Por dónde tuviste a la beba…? -pensó él en voz alta y Nahia se mordió el labio para no

reír. 2

Entre aquel mar de gemidos lo escuchaba hablarle al oído, palabras llenas de amor y deseo que le

provocaron todavía más placer, hasta el punto en que ella creyó que explotaría de tanto gozo.

No le quedó más remedio que agarrarse del borde de la encimera mientras lo sentía atravesarla una y

otra vez, sus movimientos eran cada vez más rápidos y frenéticos, como si el tiempo no fuera

suficiente para alcanzar el climax juntos y aun así no era suficiente.

-¡Más… por favor…! -suplicó desesperada y Aaron enredó su cabello en un puño para tirar de ella.

Su beso fue intenso, apasionado, recorrió cada rincón de su boca con fervor. Sus labios se fundieron

en una deliciosa y cálida mezcla. La forma en la que Aaron la abrazaba casi la quemaba.

-¿De verdad quieres más? ¿Segura…? -preguntó mientras sentía el sudor correr entre los dos y

aquella desesperación en el tono de Nahia fue suficiente-. Entonces déjame darte más, nena, solo un

poquito

más…

Un cosquilleo se esparció por todo el cuerpo de Nahia cuando sintió los labios calientes de Aaron

presionar contra los suyos; fue una sensación indescriptible. Su piel se erizaba mientras él exploraba

su boca y sentía aquella caricia rozando su trasero.

-Tienes que relajarte… -susurró Aaron mordiendo sobre su hombro y ella gimió ante la primera

invasión –. Eso… despacio… déjame entrar… 13

Estaba tan mojada que él se deslizó en su interior con una facilidad impresionante. El cuerpo de Aaron

le aplastaba contra la encimera, reclamando cada centímetro al mismo tiempo que ella movía sus

caderas para recibirlo mejor. Su respiración se agolpaba y se intensificaba con cada estocada

mientras sus gemidos llenaban la cocina.

-¡Dios, qué es esto! -gruñó ella cerrando los ojos mientras aquel dolor se expandía hacia sus caderas

y sentía cada milímetro que rozaba con sus paredes. Era insoportablemente delicioso.

-Esto es un poquito más, nena… -siseó él rodeándola con sus brazos para afirmarse-. Ahora solo

tienes que dejarte llevar… solo eso…

La penetración no tardó en profundizarse, su cuerpo se fue acomodando al ritmo cadencioso de los

movimientos de Aaron mientras su mente se desconectaba por completo.

Nahia cerró los ojos, sintiendo como si todo se fuera a derretir; el intenso placer que recorría sus

venas y

el calor de la habitación eran insoportables. ¿Qué estaba haciendo? Nadie le había hecho sentir tan

bien en toda su vida. 2

La respiración entrecortada se mezclaba con los gemidos mientras él la embestía con fuerza,

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acariciando sus pechos y mordiendo sobre su hombro con una nueva sensación de calor, como si el

placer se convirtiera en líquido para recorrer sus cuerpos.

Aaron aumentó el ritmo y Nahia gemía cada vez más fuerte, sintiendo que la vida misma se escapaba

de ella con cada estocada. Sus labios lo buscaban incansables, y cuando aquella mano de Aaron

recorrió su sexo, masturbándola con fiereza, no le quedó más remedio que ahogar todos los gritos del

mundo contra su mano, porque sentía que estaba a punto de romperse.

-¡Eso es, nena! ¿Todavía quieres más? -gruñó Aaron desesperado y ella solo pudo chillar mientras su

cuerpo se deshacía en desesperados espasmos que lo devoraban-. Ven, amor, déjame escucharte

gritar…

Y tuvo que hacerlo, porque que él la llenaba y la estremecía, su pecho le abrasaba la espalda y

simplemente no podía detenerse. Aquel placer desmesurado la hacía sentirse viva mientras lo

escuchaba jadear con sensualidad.

Aaron seguía susurrándole al oído mientras sus manos apretaban con cada embestida, su cuerpo se

tensaba y aquel dolor mezclado con éxtasis la recorría,

Nahia gritó nuevamente, su voz se desgarró por el placer pero Aaron no se detenía. La tomó de la

nuca, acorralándola contra su boca y devorándola. Esos eran los besos salvajes que ella recordaba, el

Aaron que le gustaba. Le correspondió sin medida, sus dedos se enredaron en su cabello y los

espasmos no tardaron en golpearla con fuerza.

El orgasmo la arrasó con tal magnitud que su cuerpo se tensó y su alma se echó a temblar como si la

fuera a estallar. Los gemidos se sucedieron uno tras otro, mientras ella se arqueaba contra él y Aaron

la acompañaba en aquel climax, retirándose y embistiéndola con fuerza.

-¡Aaron…! -No sabía por qué, pero sin dudas el mundo se acababa mientras gritaba su nombre y

cuando todo pasó, cuando por fin el silencio los arrastró al suelo, Nahia no pudo evitar llorar con

fuerza.

-¡Nahia…! Aaron abrió los ojos asustados y si el soldado no hubiera caído de cansancio, al menos

habría caído del susto-. Nahia mírame, nena, por favor… ¿qué pasa… te lastimé…? 1

Nahia se deshizo de sus manos con un gruñido y agarró su camisón para ponérselo mientras se

arrastraba lejos de él y se sentaba con la espalda contra la encimera. 3

-Sí… me lastimaste… -murmuró mientras los ojos se Aaron se llenaban de espanto-. ¡Me lastimaste

hace dos años…! -gruñó ella apretando los puños y permitió que al menos por esa vez la madurez se

fuera al carajo porque tenía demasiadas cosas que decirle y ya no podía seguir callándoselas-. ¡Me

jodiste la maldit@ vida cuando te me dejaste! ¡Yo estaba enamorada de ti! -le gritó. ¡Yo habría hecho

cualquier cosa por ti! ¡Y tú me dejaste, estúpido, pendejo, tarado…! -gritó desquiciada levantándose

abriendo la encimera-. ¡¿DONDE ESTÁ EL PUTO SARTÉN?!