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¿Tuvimos un hijo

Capítulo 222
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—¡Apuesto a que trabaja cerca! Yo soy de Empresa Cristalina, ¿y usted? —Trabajo en Estudio de

Joyería Burgués. —¡Vaya! ¡Trabajamos al lado del otro! —exclamó el hombre. Anastasia se asomó por

la ventana y miró el edificio de Empresa Cristalina justo afuera, por lo que sonrió. —¡Sí! ¡Desde aquí

puedo ver su edificio! —En ese caso, la estaré esperando frente a su edificio de oficinas a eso de las

11:30. Solo tiene que bajar a esa hora. —¡Muchas gracias! —No se preocupe. Ante esto, colgó y

volvió a la sala de juntas. Después de que se terminara, Fernanda se inclinó con una sonrisa. —

Deberías invitarlo a comer, ¿no? —Ese es el plan —asintió. —¡Parece un joven guapo! Me pregunto si

también lo es —comentó Fernanda. Anastasia también pensó que el joven parecía amable y apostaba

que era del tipo ambicioso y trabajador. A las 11:20, bajó y esperó a que llegara el hombre, contenta

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de haberse encontrado con un desconocido que le devolviera su teléfono. Justo entonces, un taxi se

detuvo en la entrada; Anastasia alzó la vista y miró a un hombre con camisa de cuadros saliendo, que

medía casi dos metros, apuesto, con un temperamento puro y una mirada simpática. Cuando él

levantó la vista y miró a Anastasia, se quedó perplejo por unos segundos. Luego, pestañeó y, con una

sonrisa, preguntó: —¿Usted es la señorita Torres? —Sí, soy yo —asintió y sonrió de vuelta. Él sacó el

teléfono de su mochila y se lo entregó. —Aquí tiene. Debería revisar si tiene algún daño. Estuvo en mi

mochila todo este tiempo. Aunque ella estaba conmovida, por supuesto que no iba a revisarlo porque

estaba agradecida con tener su teléfono de vuelta. —Muchas gracias. Si no lleva prisa, ¿por qué no lo

invito a comer? —Por favor, llámame Óliver. Soy programador y tengo que volver corriendo a una

junta, así que tendré que rechazar su oferta, pero espero que podamos ser amigos. —Óliver Rosales

se rascó la cabeza al estar un poco nervioso por hablar con una hermosa dama. —Claro,

intercambiemos números. Deja que te invite a comer algún día —dijo Anastasia con entusiasmo.

Después de hacerse contactos, Anastasia lo acompañó al taxi antes de volver al mostrador. Tenía que

admitir que Óliver le causó una gran impresión; además, desde pequeña le gustaban los chicos

limpios y de aspecto fresco. En cuanto volvió a su oficina, sonó el intercomunicador y contestó: —

Hola, habla Anastasia. —Ven a mi oficina —sonó una voz magnética propia de Elías. Sin embargo,

ella no quería verla. —Estoy ocupada en el trabajo, presidente Palomares. Puede decírmelo por el

teléfono. —Tengo que hablar contigo sobre algo en persona. —Dígame qué es, presidente —insistió

Anastasia de manera cortante. —Iré a tu casa a cenar esta noche —dijo Elías sin rodeos. —Decidí

llevar a cenar a Alejandro esta noche. —Entonces iré con ustedes. —Me gustaría ir sola con mi hijo. —

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Déjame invitarlos. —No, gracias —dijo, a punto terminar la llamada. —Quiero que sepas que voy a

estar de viaje de negocios por una semana —la interrumpió. Sus palabras tomaron a Anastasia por

sorpresa y pensó: «¿Se va a ir por una semana? ¡Grandioso! ¡Así no tendré que verle la cara durante

ese tiempo!». —¿No debería estarle contando esto a Helen en lugar de a mí, presidente Palomares?

Estoy seguro de que lo echará de menos —siguió indiferente. —¿Y tú no? —No —le contestó sin

pensarlo dos veces. Después de todo, había decidido alejarse de él de una vez por todas. —Qué

despiadada. —Colgó el teléfono, dejándola perpleja por varios segundos. A las 3:00 de la tarde,

Anastasia decidió salir temprano del trabajo para recoger a su hijo. Cuando llegó a la escuela, las

puertas aún estaban cerradas, así que espero al lado. Por desgracia, se encontró con la madre

amistosa de aquella vez, la cual se le acercó. —Hola, señorita Torres. ¡Vino temprano! ¿Su esposo no

está con usted?