―Ese es el espíritu, cariño. ¡No puedes dejar que alguien te quite tu compañía! Tienes que salir
adelante, pase lo que pase ―dijo Noemí mientras lo animo con un renovado entusiasmo. Anastasia
intervino.―Papá, ¿sabes quién es la parte compradora? Franco estaba lleno de rabia, y sus ojos
estaban inyectados de sangre mientras decía molesto:―Es un antiguo rival mío. ¡Él es despreciable y
asquerosamente despiadado, y no puedo creer que haya recurrido a unas maneras tan bajas para
acabar conmigo! Al escuchar esto, el corazón de Anastasia se hundió. Si la parte compradora era el
antiguo rival de Franco, no podía esperar que su padre siguiera adelante con la adquisición sin oponer
resistencia. Incluso si lo hiciera, estaría resentido y enfadado por el resto de su vida. Noemí también
estaba fuera de sí, presa por el pánico. Su continua vida de lujos dependía de la compañía de su
esposo, y si se diera por vencido y dejara que continuara la adquisición, sería el fin de su estilo de vida
privilegiado. Una mirada de horror apareció en su rostro mientras se giraba hacia Franco y decía:―En
ese caso, ¿qué debemos hacer? ¡Cariño, tienes que pensar en alguna manera para salvar la
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papá! ¡Tienes que hacer algo! ―gritó nerviosa Érica. ―Mis manos están atadas ―admitió Franco un
poco cansado. ―La parte compradora ahora posee treinta por ciento de acciones de la compañía,
dándoles suficiente impulso. Más aún, el negocio no le ha ido muy bien estos últimos dos años, y tuve
que vender diez por ciento de mis propias acciones a otra compañía para ayudar a que las cosas
mejoraran. Ahora, la compañía ha decidido unir fuerzas con la parte compradora. Como están las
cosas, me he quedado con el cuarenta por ciento de acciones, y si convencen a los demás accionistas
a que se unan con ellos, mis palabras no servirán de nada.―Franco estaba devastado. Nunca pensó
que su compañía sería víctima de una adquisición tan severa. ―Papá, ¿Por qué no compras de nuevo
las acciones? ―sugirió Érica. Mario, quien había estado de pie a lado por todo ese tiempo, conocía
muy bien los problemas financieros de la compañía y dijo sin emoción:―Comprar de nuevo esas
acciones no es tan fácil como parece. Nuestra compañía no ha producido ganancias por los últimos
dos años, y estamos haciendo solo lo suficiente para mantener el negocio a flote. ―Si sabías que esto
iba a pasar, tal vez no hubieras comprado esa casa ―dijo Noemí con disgusto mientras prácticamente
culpaba a su esposo por comprarle el apartamento a Anastasia. Franco ya estaba molesto desde el
inicio, así que miró a Noemí y dijo:―Te mantendrías callada, ¿Lo harás? ―Estoy en lo correcto, ¿no?
Debiste economizar más y parar de gastar dinero de manera tan descabellada si sabías que la
compañía estaba teniendo problemas ―argumento Noemí, echándole más sal a la herida. Anastasia
sabía que la estaba acusando de ser un problema para Franco, y deseo poder sacar a Noemí y a
Érica de la habitación. Todo lo que estaban haciendo era molestar a Franco en lugar de ayudarlo a
buscar soluciones viables. ―¿Y no hay nadie que pueda salvar la compañía de papá?―Se quejó
Érica. Justo en ese momento, un foco se encendió en la cabeza de Noemí cuando escuchó esto.
―¡Espera, lo hay! No puedo creer que no hayamos pensado en esto antes, tú conoces a Elías,
¿verdad? ¿Por qué no le pides que salve la compañía, ya que es una persona tan importante?
Anastasia había tratado de evitar mencionar el nombre de Elías, y se puso furiosa al escuchar a
Naomi siquiera sugerirlo. Ella mantuvo su indiferencia mientras contestaba.―¿Por qué debería
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nuestra familia ―argumento Noemí como si estuviera afirmando un hecho. «¿Nuestra familia?
¿Cuándo alguna vez fuimos una familia?». Anastasia no se molestó en entretener la loca idea de la
mujer y en su lugar guardo silencio. Érica apoyaba a su madre también.―Mamá está en lo correcto.
Elías es un magnate y billonario. Si él interviene, ¡estoy segura de que el antiguo rival de papá estaría
tan intimidado que se retiraría de la adquisición por completo! En los ojos de Franco había una mirada
imposible de leer. Se había mantenido callado durante todo esto, pero le echo un vistazo a Anastasia,
y ella no paso por alto la mirada suplicante en su rostro. Tiempos desesperados requieren medidas
desesperadas, y él estaba muy desesperado. De pronto, dijo:―Noemí, vete a casa y llévate a Érica
contigo. Mario, ¿Podrías llevarlas a casa? Mario al principio se sorprendió, pero rápidamente asintió y
contestó:―Muy bien. Señora Torres, señorita Érica, llevaré a ambas a casa. ―¡Tengo que quedarme y
cuidarte, Franco! ―insistió Noemí, negándose a irse. ―Estaré bien, y aquí está Anastasia para
cuidarme. Además, el tenerlos a todos aquí es molesto. Váyanse a casa ―dijo firmemente, su
paciencia por ellas se estaba agotando. Al ver que su esposo estaba determinado en hacer que saliera
de la habitación, Noemí le dijo a Érica:―Vamos, regresemos. Mientras tanto, Érica estaba llena de
envidia mientras miraba a Anastasia. «¿Por qué puedo quedarse ella? ¿Es porque papá la quiere
más?».