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¿Tuvimos un hijo

Capítulo 374
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Capítulo 374

Anastasia frunció el ceño.

– Claro que veré al señor Salcido todos los días y también hablaré con él por cuestiones de trabajo,

así que no veo cuál es el problema

-¿No te das cuenta de que ese hombre tiene otras intenciones contigo? – Elías estaba tan enojado

que apretó los puños con fuerza.

-Elias, será mejor que te ocupes de tus propios asuntos, ¿acaso tú no tienes otras intenciones

conmigo?-Anastasia sentia que Elias se estaba entrometiendo más de lo que debía en su vida, por lo

que no era de extrañar que estuviera tan molesto. Elías permaneció en silencio-, Eso significa que tú

tienes derecho de cortejarme, pero ningún otro hombre puede hacerlo? ¿Acaso eso los vuelve

delincuentes?

-Lo hago porque quiero darles a Alejandro y a ti un hogar, otros hombres solo quieren tu dinero y

cuerpo, ni siquiera creo que Mario tenga buenas intenciones con la empresa de tu padre – dijo Elias.

Ahora era Anastasia quién no sabía qué decir, pues, aunque Mario tuvieras esas intenciones, era

cierto que su padre lo necesitaba, además, eso siempre había sido una cuestión de beneficios, así que

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esa no era la manera de juzgar a Mario.

-iBueno, en ese caso tú solo cuida de tu salud! -dijo ella, luego se sentó en el sofá y lo miró fijamente-

vete cuando hayas terminado tu vaso de agua.

Elias frunció el ceño ante su reacción.

– Esta noche me quedaré a cenar con ustedes.

-No puedes, no nos debemos nada y tampoco tienes que molestarnos —respondió Anastasia.

-En ese caso, debiste haberme dejado ahí afuera para que muriera. ¿Por qué te preocupaste por mí?

—preguntó Elías con una ceja levantada

-Sí, la próxima vez no me importarás -dijo Anastasia, en un tono para nada amable.

– Anastasia, ¿te alegraría saber que me mori un día de estos?Elías la miró de repente con seriedad,

se notaba abatido.

El corazón de la mujer se estremeció, pues aquel hombre parecía estar maldiciéndose a sí mismo.

Con pánico, Anastasia le dijo:

-Deja de decir tonterías, ¿cómo podría alegrarme al saber que falleciste? Después de todo, mi madre

se sacrificó para salvarte, tienes que valorar tu propia vida.

Aunque sus palabras no eran del todo sinceras, Elias pudo sentir su preocupacion.

– Bien, haré todo lo posible por mantenerme con vida -respondió el hombre con seriedad.

Anastasia tomó el teléfono y miró la hora, eran casi las seis y media de la tarde, pero aquel hombre

seguía dándole vueltas al asunto.

-Está anocheciendo, debería empezar a preparar la cena para mi hijo. Puedes irte con Ray.

-No me iré -insistió Elias.

-En ese caso, puedes morirte de hambre, pero yo no cocinare nada para ti -amenazó Anastasia.

-Está bien, no hay problema, aun así, me quedaré

contestó el hombre entrecerrando los ojos.

Entonces, Anastasia se dirigió a la cocina y una vez que tuvo los ingredientes listos, se sintió un poco

y también incluyó una porción para el; en cuanto a Ray, sabía que él no se quedaría a cenar. En eso,

el asistente de Elias trajo al pequeño de regreso a casa, y cuando el niño se dio cuenta de que el

hombre seguía ahí, se puso muy feliz.

-Señor Palomares, ese quedará a cenar?

-¡Sí!

– Genial! -respondió el niño.

– Presidente Palomares, le traeré su medicina, acuérdese de tomar sus píldoras más tarde. – Dicho

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esto, Ray abrió la puerta y se fue. Después de que regresó, camino a la cocina y le dijo a Anastasia-:

Señorita Torres, por favor, asegúrese de que el señor Palomares se tome el medicamento.

Anastasia se dio la vuelta y lo miro sorprendida; segundos después, Ray se marchó. La mujer observó

a través del cristal de la cocina al hombre que estaba sentado en el sofá y penso:

«Ese hombre incluso necesita que lo supervisen para tomarse algo tan importante como su

medicina?».

Mientras tanto, Elias miraba con detenimiento a la figura que se movía de un lado a otro dentro de la

cocina, ni siquiera le importaba si cenaría esa noche o no, después de todo, sabía que no lo ignoraría.

Dentro de la cocina, Anastasia suspiró con exasperación, porque, aunque sabia que no quería volver a

saber nada de él, no entendía por qué no podía simplemente alejarlo y ya cada vez que aparecía.

Luego de que la cena estuviera lista, y los platos puestos sobre la mesa, Anastasia miro al hombre

que estaba sentado en el sofá.

-¿Debes tomar la medicina antes o después de comer?

-Después – respondió el.

-Señor Palomares, tiene que tomarla a tiempo para que pueda recuperarse rápido -dijo

– Está bien -respondió Elías con una sonrisa.

En la mesa, Alejandro puso algo de comida sobre el plato de Elias, como todo buen niño haría. El

hombre lo miró con ternura, como si fuera su propio hijo.

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