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¿Tuvimos un hijo

Chapter 379
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Capítulo 379

-Abuela, jamás voy a perdonar a Raúl por lo que hizo, lo haré pagar cueste lo que cueste -dijo Elías,

con los puños apretados, después de todo, su tio también había sido el responsable del asesinato de

la madre de Anastasia.

-Elias, tus padres también murieron por su culpa, no te detengas y asegúrate de que pague – dijo Eva,

con un aparente brillo de odio en la mirada, pues tambien sentía mucho resentimiento con su esposo

por haber engendrado un hijo ilegitimo como Raúl, quien casi los llevo a todos a la ruina.

Elias se encontraba en el balcón del tercer piso de la residencia Palomares y había más o menos

reconstruido el incidente que sucedió hace años en su mente, sin embargo, el hecho de que haya

pasado el tiempo no cambiaba nada; la madre de Anastasia había muerto por su culpa y esa era la

única verdad. Entonces, tomó su teléfono y estuvo indeciso de marcar el número de la mujer que ama,

pero al final, reunió todo el valor que tenia dentro de él y con firmeza, presionó el botón. El hombre

sabía que, si había algo en su vida por lo que lo arriesgaría todo, era ella, sin importar lo que pasara.

Luego de comer, Anastasia pasó tiempo de calidad con su hijo; el niño estaba en sus brazos mientras

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veian dibujos animados sentados en el sofá, justo entonces, sonó su teléfono. Lo tomó y revisó el

identificador de llamadas: era Elías, así que se puso de pie y camino hasta su habitación para

responder.

-Qué pasa? – preguntó despreocupada.

-Anastasia, hablé con mi abuela y descubri que Raúl no te dijo la verdad. Mi abuela sí habló con el

alcalde, pero jamás lo amenazó con la caída de la bolsa de valores, de hecho, la bolsa ya se estaba

desplomando para entonces y el alcalde necesitaba de mi abuela para salvar al país. De casualidad,

ese mismo día me secuestraron y mi abuela estaba tan angustiada que no podía concentrarse en otra

cosa que no fuera yo, por eso, el alcalde le prometió que me salvarían… Sé que decirte todo esto

puede que no cambiara nada, pero quería hacerlo. -Su voz se escuchaba triste y llena de

arrepentimiento.

-Está bien, te creo y creo que tu abuela no hizo nada malo -dijo Anastasia—, sin embargo, ya no

quiero tener nada que ver contigo ni con tu familia, asi que dejame en paz.

-¿Ni siquiera después de saber esto quieres verme? -El hombre sonaba apenado.

-Así es.

-¿Pero y si yo quiero verte?

-Aguántate las ganas o simplemente olvídate de mí -dijo ella con crueldad.

-No puedo hacerlo, jamás podria olvidarte.

-Elias, no me hagas esto, ¿por qué no ves las cosas desde mi perspectiva y eres más considerado

conmigo? Si en verdad me quieres, deberias tratar de respetar mi decisión.

– ¿No quieres verme por el momento o no quieres verme nunca más? — No pudo evitar indignarse.

La pregunta parecía haber tocado lo más profundo del corazón de Anastasia.

– Nuestra relación no tiene futuro, por eso tengo que olvidarme de ti —respondió ella, después, colgó.

Ni siquiera se dio cuenta de cuándo las lágrimas se acumularon en sus ojos.

Por otro lado, Elías, quien se encontraba en el balcón de la residencia Palomares, tenia el corazón

deshecho. Sus emociones eran más fuertes que nunca y estaba desesperado porque, sabía que si

fracasaba en los negocios no había problema, siempre tendría oportunidad de intentarlo de nuevo, ya

que tenía la confianza necesaria para llegar al éxito en casi cualquier cosa, sin embargo, al tratarse de

Anastasia, se dio cuenta de que era el problema más complicado al que alguna vez se había

enfrentado. No obstante, el hombre estaba dispuesto a esperar, aunque le llevara toda la vida hacerlo;

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pasaría cada segundo de existencia tratando de pagarle por todo lo que hizo a su propia manera.

El fin de semana pasó en un abrir y cerrar de ojos y Anastasia fue llamada nuevamente a la estación

de policías el día lunes para presentar otra declaración, después de eso, llegó a la empresa de su

padre. En cuanto llegó, se encontró con un rostro que no quería ver: Erica. La mujer se cruzó de

brazos y miró a Anastasia con alegría.

va

– Papá me acaba de decir que estás trabajando aquí, lo siento, pero yo también trabajo aquí.

-No te estoy diciendo que no lo hagas -respondió Anastasia, quien solo esperaba que Érica no le

causara problemas a su padre.

-Me doy cuenta de que no soy bienvenida! En ese caso, vendré tanto como pueda y obtendré las

mismas cosas que tú. No dejaré que papá siga teniendo preferencias -resopló la mujer mientras

hablaba.

Franco no estaba en ese momento y tampoco parecía que lo haría pronto. En eso, Mario abrió la

puerta y se encontró con ambas mujeres dentro de la oficina; se quedó atónito por unos segundos,

después sin intenciones de ofender a ni una de las presentes, saludo:

-Señorita Anastasia, señorita Érica.

-¿Por qué me saludaste después de ella? ¿Acaso soy inferior a tus ojos? – La mujer estaba molesta y

armando un escándalo.

De hecho, a Mario no le agradaba Érica, para él, ella no era más que basura.